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Más allá de la mente: respiración consciente y emociones

Introducción

Desde pequeños aprendemos, casi sin darnos cuenta, a clasificar nuestras emociones: las "buenas", que nos gusta sentir, y las "malas", que intentamos evitar, esconder o reprimir. Esa clasificación —profundamente arraigada— termina por moldear no solo nuestras reacciones emocionales, sino también nuestra biología, nuestra identidad y la forma en la que experimentamos la vida.

Pero hay una forma distinta de vincularnos con lo que sentimos. Un camino más profundo, que no pasa por el control ni la explicación, sino por la presencia. La respiración consciente, cuando es habitada con intención y sin juicio, se vuelve una herramienta poderosa para permitir, integrar y liberar.

Este artículo, basado en la masterclass en vivo "Más allá de la mente: respiración consciente y emociones", te invita a revisar cómo habitualmente gestionamos lo que sentimos, y cómo un cambio en el modo de respirar puede transformarlo todo.

1. Las tres formas más comunes de manejar las emociones

Supresión y represión

A lo largo de la vida aprendemos, por imitación o por necesidad, a dejar de sentir lo que molesta. La supresión ocurre cuando conscientemente ignoramos una emoción, mientras que la represión se da cuando la emoción se esconde de forma inconsciente. En ambos casos, lo que no se permite sentir, no desaparece: se guarda en el cuerpo, se acumula en la tensión muscular, en la ansiedad crónica, en el insomnio o en los malestares inexplicables.

Desde pequeños, cuando escuchamos frases como "no llores", "eso no es para tanto", "tenés que ser fuerte", nuestro sistema emocional empieza a cerrarse. Y con los años, esa represión se vuelve automática.

"La emoción no sentida no se va, se transforma en síntoma o en reacción."

Expresión sin integración

En contraposición a la represión, la cultura actual muchas veces promueve la expresión emocional como forma de autenticidad. Pero expresar no siempre es integrar. Gritar, llorar o quejarse puede ser una descarga, pero no necesariamente una liberación.

Muchas veces, al expresar una emoción sin conciencia, solo reforzamos el circuito: nos identificamos con lo que sentimos ("yo soy así") y nos apegamos a un relato emocional que condiciona nuestra mirada del mundo.

"El enojado ve injusticias en todos lados. Sus ojos son de frustración."

Escape (evitar sentir)

El escape emocional adopta muchas formas: trabajo en exceso, redes sociales, consumo de comida, entretenimiento constante, e incluso prácticas de “bienestar” utilizadas como distracción.

Vivimos en una cultura que nos da herramientas para no sentir. Pero cada vez que evitamos una emoción, esa energía se acumula y termina saliendo por otro lado: en forma de ansiedad, estrés, irritabilidad, bloqueos físicos o desconexión.

¿Cuáles son tus mecanismos de escape?

Conclusión de esta parte

Lo que no se siente, no desaparece. Lo que se acumula, se manifiesta. Y esa acumulación emocional —consciente o inconsciente— es lo que muchas veces llamamos realidad. Por eso, integrar nuestras emociones es transformar nuestra forma de vivir.

2. La respiración y su impacto en nuestras emociones

La respiración como puente entre cuerpo y emoción

Cada emoción tiene una respiración asociada. Cuando estamos en calma, respiramos profundo. Cuando estamos ansiosos, la respiración se vuelve entrecortada. La respiración y el estado emocional están íntimamente conectados. Y a diferencia de otras funciones del sistema nervioso, la respiración sí podemos regularla conscientemente.

"La forma en que respiramos puede sostener o transformar una emoción."

El sistema nervioso y la respiración (breve)

Una respiración superficial activa el modo lucha o huida, generando cortisol, aceleración, alerta. En cambio, una respiración profunda y presente activa el sistema parasimpático: calma, apertura, relajación. La forma en que respiramos impacta directamente en nuestro sistema nervioso, nuestras hormonas y nuestra percepción.

La respiración como herramienta de presencia

Cuando llevamos la atención a la respiración, salimos de la mente y entramos en el cuerpo. No se trata de controlar, sino de permitir y observar. Ahí, en esa pausa, lo que parecía una amenaza se transforma en energía disponible.

"En lugar de pensar ‘estoy ansioso’, puedo notar: ‘hay ansiedad en mí, y respiro con ella’."

Conclusión de esta parte

No se trata de reprimir, de explotar ni de escapar. Se trata de permitir. Y la respiración consciente es una vía directa para hacerlo.

3. Respirar para integrar: una nueva forma de vivir las emociones

Observar sin juzgar

Las emociones no son buenas ni malas. Son movimientos internos que traen información. Cuando dejamos de etiquetarlas, podemos verlas con más claridad. No se trata de reprimirlas ni de reaccionar. Se trata de presenciarlas con humildad.

"Lo difícil no es respirar, sino dejar de justificar el lugar donde estamos."

La respiración como práctica de humildad

¿Por qué no respiramos con lo que sentimos? Porque nos hemos identificado con el hábito emocional. Porque el ego necesita sostener un personaje. Porque, en el fondo, no queremos soltar el posicionamiento que esa emoción nos da.

Respirar conscientemente con lo que sentimos requiere humildad: aceptar que no sabemos, que no controlamos, que estamos aprendiendo a habitar lo que es.

Conclusión final

Cuando dejamos de pelear con las emociones y respiramos con ellas, algo profundo cambia. No desaparecen mágicamente, pero pierden el poder de controlarnos. Y desde ahí, la vida se vuelve un espacio más habitable, más presente y más real.

✨ Más allá de la mente: respiración consciente y evolución emocional Integración con la visión de David R. Hawkins

En algún punto del camino, todos nos enfrentamos a una verdad que sacude nuestras certezas: la mente no puede darnos lo que estamos buscando. Por más que lo intente, por más vueltas que le demos a lo que nos pasa, llega un momento en el que el pensamiento se vuelve una repetición sin salida.

Ahí es donde comienza otro camino. Uno que no va hacia afuera, sino hacia adentro. Uno que no busca respuestas, sino presencia. Y es ahí donde la respiración consciente se revela como algo más que una práctica: como una vía de acceso a lo que siempre estuvo en nosotros, esperando ser habitado.

🌌 La conciencia no necesita explicación

David R. Hawkins, psiquiatra y místico contemporáneo, dedicó su vida a investigar el mapa de los niveles de conciencia humana. Desde los estados más contractivos —como la culpa, el miedo y la ira— hasta niveles de apertura como el amor, la paz y la iluminación, su aporte fue revelador: las emociones no son solo “sentimientos”, son estados energéticos que condicionan toda nuestra percepción de la vida.

Y lo más importante: cada vez que liberamos una emoción reprimida, ascendemos en el nivel de conciencia. No es un cambio psicológico, sino existencial.

Hawkins enseñaba que no es necesario analizar nuestras emociones ni entender su origen para liberarlas. La clave está en permitirlas sin resistencia, sin juicio y sin identificación. Exactamente lo que ocurre cuando respiramos conscientemente.

🫁 Respirar como un acto de rendición

La respiración consciente nos permite dejar de luchar. En lugar de reprimir lo que sentimos o intentar resolverlo desde la mente, nos rendimos a la experiencia presente. Y esa rendición, lejos de ser pasividad, es un acto de profunda valentía.

Respirar es permitir que lo que está, esté. Que lo que duele, duela. Que lo que se escondía, se muestre. Es elegir la presencia antes que la explicación. La entrega antes que el control.

Para Hawkins, esta entrega a lo que es —sin manipularlo, sin interferir— es la vía directa a la transformación. Porque cada emoción permitida se disuelve por sí misma, como una nube que no necesita ser expulsada del cielo, sino solo observada sin aferrarse a ella.

🔄 El ciclo de la represión y cómo interrumpirlo

Cuando reprimimos emociones, no las eliminamos: las guardamos en el cuerpo. Y desde ahí operan. Generan tensiones, enfermedades, patrones repetitivos, reacciones automáticas. Y lo peor: limitan nuestro nivel de conciencia.

El ego —que Hawkins describe como un sistema ilusorio de creencias y mecanismos de defensa— necesita mantener este material reprimido para sobrevivir. Por eso busca constantemente distraerse, analizar, justificar. Todo menos sentir.

Pero cuando respiramos y dejamos de resistir lo que sentimos, ese ciclo se interrumpe. Comienza el proceso inverso: la descompresión emocional. Y con ella, la expansión de la conciencia.

🧠 La mente no puede soltar lo que no está dispuesta a sentir

Una de las claves del trabajo de Hawkins es que no hay transformación real sin un cambio en el nivel de conciencia. Y ese cambio no se logra acumulando información ni intentando entender desde el intelecto, sino atravesando emocionalmente la experiencia.

La respiración consciente facilita exactamente eso: nos pone frente a nosotros mismos sin intermediarios. Nos invita a dejar de usar la mente como escudo, y a descubrir que hay algo más allá del pensamiento: una conciencia testigo, presente y amorosa, que puede sostener todo lo que emerja.

Esa conciencia no necesita cambiar lo que sucede. Solo necesita estar ahí. Y cuando está, lo que parecía insoportable se vuelve soportable. Lo que parecía eterno, se transforma. Lo que nos aprisionaba, se suelta.

🕊️ Liberar para elevar

Cada emoción sentida hasta el fondo y soltada sin resistencia libera energía vital. Nos volvemos más livianos. Más presentes. Más reales. Y eso tiene un impacto directo en cómo vivimos, cómo nos relacionamos y cómo tomamos decisiones.

Hawkins fue claro: no necesitamos “arreglarnos” para evolucionar. Solo necesitamos dejar de interferir con lo que ya somos. La respiración consciente es una forma de dejar de interferir. De volver a confiar. De permitir que lo que somos emerja naturalmente.

Cierre: cinco claves para recordar

  • Reprimir o suprimir emociones no las elimina. Solo las empuja al cuerpo y a la sombra.
  • Expresar no siempre es liberar. Muchas veces es una forma de mantenernos atrapados.
  • Proyectamos lo que no queremos sentir. Y eso distorsiona nuestras relaciones.
  • La respiración consciente nos conecta con lo que está debajo del juicio. Nos vuelve testigos de lo que antes nos poseía.
  • La conciencia cambia la relación con la emoción. No se trata de cambiar lo que sentimos, sino cómo lo habitamos.

Cuando respiramos lo que sentimos, empezamos a recordar que podemos sostenerlo todo sin dejarnos arrastrar por nada.